martes, 28 de octubre de 2014

Obras de la serie Bajo el signo de la voz



































Biceversa. 2005. Intaglio y monotipia. 25 x 35 cm.
 

La recuperación de los símbolos perdidos. 2005. Monotipia. 20 x 30 cm.


La travesía de los signos. 2005. Punta seca. 25 x 35 cm.




Resurgimiento. 2005. Monotipia y collage. 25 x 35 cm.



Graznido. 2005. Monotipia. 20 x 25 cm.


lunes, 13 de octubre de 2014

Un fragmento de Colección de portarretratos



RETRATO PÓSTUMO DE DOÑA SOFÍA MADRIGAL/ pastora de sueños.





-Déjenle dormir,
que quien duerme, en el sueño
se ensaya a morir.


Sor Juana Inés de la Cruz






I


 
Mi madre duerme

y sé que sueña sometida por la infinita ternura de un ángel

que a su vez yace acurrucado debajo de sus propias alas.


La muerte juega hoy a su capricho

con los latidos de un pulso en su extravío,

se regodea entre el afilado sesgo de un cuarto claroscuro

y la postergación de la memoria.


Mi  madre duerme,

todos sus ángeles íntimos revolotean en su corazón niño que envejece,

en su negrísima sangre reciclada que le devuelve el estupor,

la turbación y la caída en el abismo sin su vuelo.




II



 Todos estamos aquí, 

menos yo que siempre estoy en otro mundo

empujado hacia la vida por un pájaro de rumbo quebradizo.


Nunca pensé que la existencia tuviera un día inverosímil en su centro.


Mi madre duerme y el ángel de su abrazo está distante

pero sonríe tristemente y aguarda a que otro ángel le sostenga

en una convulsión de estrella huérfana amanecida en su luz como relámpago.


El ángel de su beso no perdona,

flota enfebrecido entre los labios, no perdona,

se zambulle soñoliento en su respiro apabullado

y pierde el equilibrio en la marea etérea, germinal, de nuestro aliento.

 
III



 Ella fue pastora de sueños que amanecían crispándonos el hambre

y abría las dádivas del fuego con un resplandor de panes invisibles.


Mi madre duerme y sueña,

hay en el sueño mariposas de hojalata destellando la luz en su aleteo

que desdice el recuerdo entre las sombras.


Tiene en sus manos la rigidez de la piedra, la tersura del agua

y un precipicio de ausencias en la distancia del aire,

hay en su mano izquierda un corazón alado;

un tierno corazón de ronco latido eterno.



 IV



 Mi madre duerme,

hoy el día es un pétalo de rosa blanca en una llamarada de recuerdos

y habrá que colocar un vaso de agua para que perdure su impulso diminuto

en la volátil pulsación de tiempos inconclusos.


Sus hijos seremos: mujeres portentosas y hombres amorosos

al filo de su sueño cobijados de azar.


Y mientras ella duerma

en la pálida espera de las horas cumplidas

con la leve sonrisa de su ángel pleamar

nos devolverá el espejo en la frágil vastedad de los adioses.

  
V


 Mi madre sueña,

el sueño no es sólo el fugitivo desliz de la razón

en el que amarramos los actos que nos ruborizan ante el espejo.

El sueño que ella vive en su estado de ausencia,

tiene el vaivén de un pañuelo blanco flotando en el piélago azul

del colectivo deseo que en un sobresalto nos despierta.


Su sueño es de barro húmedo, de lluvia eternizada,

de oquedad en un abrazo etéreo y de silencio.


Pausa en la memoria es la muerte y dentro de un recuerdo mi madre sueña.