Cinco poemas
de Oscurana (2011)
Níger
madrigal
Recordar es saber lo que se ha
visto. Saber es recordar lo que se ha visto. Ver es saber sin recordar. El que
no tiene memoria no recuerda a Dios ni su oscuridad.
Orhan
Pamuk
Para
mi padre,
para
Teodosio García Ruiz por su amistad y su poesía.
I
La ceguera es un
sitio de sonidos inevitables, semejante a los grandes cuartos de las viejas
casonas donde flotan recuerdos que son ecos. La luz se neutraliza de igual
forma que en un océano a media profundidad. Los ciegos indudablemente son seres
de manos poderosas, despiertan nuevas virtudes en las yemas: adivinar,
fotografiar, recordar. Escogen los mejores ladrillos de la vida diaria y los
colocan uno sobre otro para formar cimientos en la vasta llanura de
Oscurana.
II
Mi padre entró a
Oscurana cuando su mano vacilaba ante el abismo igual que un astro dentro de la
palpitación del alba. Oscurana vibra en una envoltura de celofanes rojizos,
allí se reconsideran las formas que la memoria desenvuelve como regalos de
navidad para nombrarlas. Señorea la penumbra del insomnio y parece que los
seres vuelven de nuevo a su placenta, los ruidos son corpóreos se agrupan y
persisten en una migración infinita. La luz allí es una isla en el océano de lo
soñado.
III
Abro la puerta del abismo esperando que un ángel aparezca de nuevo y me
sostenga. Abro para encontrar a mi padre en su ceguera, a gatas, recolectando
migajas de vida persistente para recrear su lento morir. Abro este abismo de
ahogado a la deriva sobre la noche de un mar de sombras consumadas. De ese que
fui en la infancia lleno de asombro ante los primeros sueños, ya no queda nada,
pero insisto, abro esta puerta de herrajes olvidados y estoy parco, expectante,
deseando que un batir de alas agite el aire de la noche y sus reflejos. Nada
soy entre tinieblas sino un fantasma que desnuda sus recuerdos. En la memoria
uno es el que acomoda las cosas como mejor le parece.
IV
Todo
cabe en Oscurana sabiéndolo vislumbrar: acontecimientos fugaces, tarantín,
aeroplanos penetrando el cielo de la ciudad. Algarabía. Ruidos congregados
reposan sobre el tenso alambre del equilibrista que se abre paso y mide su ruta
en el laberinto reinventado de la mañana.
V
Unas alas vencidas y el esbozo de un cuerpo desnudo entre la
bruma, reposan sobre el tiempo religado en las manos que tocan más allá de lo
inasible. Me place estar en lo que he sido debajo de estas alas de blanquísimas
plumas y brutal transparencia. Si no fuera por la tierna luciérnaga entre sus
labios, la ceguera sería más insoportable: un avance forzado tal vez, un abrir
el abismo con la fuerza de una maquinaria inmensa.
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