jueves, 30 de junio de 2022

 


 

Cinco poemas de Oscurana (2011)

 

Níger madrigal

  

Recordar es saber lo que se ha visto. Saber es recordar lo que se ha visto. Ver es saber sin recordar. El que no tiene memoria no recuerda a Dios ni su oscuridad.

 

Orhan Pamuk

 

  

 

Para mi padre,

para Teodosio García Ruiz por su amistad y su poesía.

 

 

 

 

 

I

 

 

La ceguera es un sitio de sonidos inevitables, semejante a los grandes cuartos de las viejas casonas donde flotan recuerdos que son ecos. La luz se neutraliza de igual forma que en un océano a media profundidad. Los ciegos indudablemente son seres de manos poderosas, despiertan nuevas virtudes en las yemas: adivinar, fotografiar, recordar. Escogen los mejores ladrillos de la vida diaria y los colocan uno sobre otro para formar cimientos en la vasta llanura de Oscurana. 

 

 

 

II

 

 

Mi padre entró a Oscurana cuando su mano vacilaba ante el abismo igual que un astro dentro de la palpitación del alba. Oscurana vibra en una envoltura de celofanes rojizos, allí se reconsideran las formas que la memoria desenvuelve como regalos de navidad para nombrarlas. Señorea la penumbra del insomnio y parece que los seres vuelven de nuevo a su placenta, los ruidos son corpóreos se agrupan y persisten en una migración infinita. La luz allí es una isla en el océano de lo soñado.

 

 

 

III

 

 

Abro la puerta del abismo esperando que un ángel aparezca de nuevo y me sostenga. Abro para encontrar a mi padre en su ceguera, a gatas, recolectando migajas de vida persistente para recrear su lento morir. Abro este abismo de ahogado a la deriva sobre la noche de un mar de sombras consumadas. De ese que fui en la infancia lleno de asombro ante los primeros sueños, ya no queda nada, pero insisto, abro esta puerta de herrajes olvidados y estoy parco, expectante, deseando que un batir de alas agite el aire de la noche y sus reflejos. Nada soy entre tinieblas sino un fantasma que desnuda sus recuerdos. En la memoria uno es el que acomoda las cosas como mejor le parece.

 

 

 

IV

 

 

Todo cabe en Oscurana sabiéndolo vislumbrar: acontecimientos fugaces, tarantín, aeroplanos penetrando el cielo de la ciudad. Algarabía. Ruidos congregados reposan sobre el tenso alambre del equilibrista que se abre paso y mide su ruta en el laberinto reinventado de la mañana.

 

 

 

V

 

 

Unas alas vencidas y el esbozo de un cuerpo desnudo entre la bruma, reposan sobre el tiempo religado en las manos que tocan más allá de lo inasible. Me place estar en lo que he sido debajo de estas alas de blanquísimas plumas y brutal transparencia. Si no fuera por la tierna luciérnaga entre sus labios, la ceguera sería más insoportable: un avance forzado tal vez, un abrir el abismo con la fuerza de una maquinaria inmensa.

 

El hombre y su mar interior recuperado. 2010.
Mixta sobre tela. 100 x 150 cm.


 

  

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