CRIATURA DE ISLA
La criatura de isla trasciende siempre al
mar que la rodea y al
que no la rodea.
Va al mar, viene del mar y mares
pequeñitos
se amansan en su pecho, duermen a su
calor como palomas.
DULCE MARÍA LOYNAZ
Hemos vivido en una isla,
pero no como quisimos,
mas como pudimos.
Aún así derribamos algunos templos
y levantamos otros que tal vez perduren
o sean a su tiempo derribados.
VIRGILIO PIÑERA
El planeta
venía de padecer otros mil años.
Nada
ambicionábamos, sólo la huída y la probabilidad del encuentro con la calma que
a cada instante nos faltaba provocando que nos sintiéramos inútiles como
perros enfermos de sarna. Al contemplar
en las fotografías los registros de un tiempo venturoso, nuestras frentes
alzadas reflejaban como espejos cóncavos la prolongación de un paisaje con
árboles en retoño. Cercana la noche guardábamos de nuevo aquel álbum familiar para
encaminarnos hacia los arrecifes, dentro de los cuestionamientos, cerca de las
confesiones.
*
los animales sedientos de nuestro cuerpo isla
Todo para nosotros era desconocido
porque todo poseía alas invisibles y se nos
escapaba
La luz abría sus piernas infinitas
y el animal iba entrando
con la fuerza imparable de un sismo
le ofrecíamos el cuerpo
los sueños
y quedábamos ultrajados e indefensos
ante la más rara dimensión de las cosas
acontecían en las cavidades más secretas
hacia donde se retiraba el animal ya satisfecho
y volvía inesperado
con gran voracidad
como una inmensa maquinaria que devasta la selva
que corría en círculos sobre el lomo fresco de la
playa
complacido en el juego de la risa
desnudaba su sombra dentro del pez
en el hambre de los pelícanos vigilantes
junto al calor indescifrable de la sangre
*
*
traía
sobre su espinazo encorvado
un
ángel con una lámpara de aceite
en
el centro de la noche
y
animal y ángel
eran
aliados dentro de la maleza
en
busca de la estrella perdida de nuestro corazón
atravesaban
la losa de los años
sin
pan sin agua
amparados
por la costumbre del amor
abría
como severo bisturí una tras otra
las
historias de los hombres más miserables
(el
amor sobrenatural no perdona)
a
veces
los
nombres permanecían intactos
repentinamente
recogíamos
nuestras pertenencias para intentar la huída
y
cuando tocábamos tierra en la primera isla de la ruta elegida
salía
de nuevo a encontrarnos
entonces
el ángel se bajaba
cogía
una pequeña flama de su lámpara
y
la colocaba en nuestra frente
con
la omnipresencia del animal
como
si fuera un signo
en
la constelación de una plática nocturna
*
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