miércoles, 11 de julio de 2012

POEMAS de El cuerpo sitiado


Bajo el signo de la voz


1



Soy yo

 el más gris de tus hijos,

 arrimado a la espalda de tu plática

 que me trajo el mar antes de verlo.


Soy el que sin saber nadar cayó al abismo

 y respiró después de ahogado

 lleno de peces, invenciones, artimañas

 y un temblor de fiebre entre los dientes.

 Soy el más oscuro entre la selva exuberante de tu boca

 donde siempre hubo duendes escondiendo mi asombro.


2


 ¿Cómo escapo a tu palabra insomne y amorosa

 si un acento persistente llega desde tus labios

 dentro de una tempestad magnífica?

 Mi madre dice que no te ama,

aunque siempre te escucha dentro de una enredadera tenaz

 sembrada en tierra advenediza como un cáncer.

 Es media noche y todo zumba,

 hay un trapecio en la oscurana

 donde tu voz se mece y luego salta.


 3



Hay un grupo de inmensos árboles emergiendo de la niebla,

bordean el camino de tu voz desde hace un siglo.

 Ante tal contundencia el amanecer está indefenso.

 Cae una sílaba parecida a un pájaro recién nacido que intenta volar,

 hay por todas partes nidos de sílabas tiernas

 que mojan tus labios dentro de una plática frutal.


4


El signo de tu voz está en un fruto de verano,

 es almíbar oloroso que tiende puentes

hacia historias de amores postergados.

 Alguien muerde el día como al corazón blanco de una pitajaya

 y reposan frases dulces en tu letargo.

 se dispersa la mañana con los sollozos de un ángel

 y se persiguen dentro del sueño fulgores de astros

 ante una confesión atesorada. 


5



 Al borde del amanecer tu silencio enselvado resplandece

 debajo de gigantescas nubes negras que desfilan.

 Hemos permanecido solos las últimas horas de la noche,

 frente a frente, rodeados del zumbido inconfundible de la maleza,

 en el territorio de los signos infinitos

 que congregados silencian al mundo.

 Hemos estudiado durante largos minutos

 la expresión hosca en nuestros rostros

 sin una sola palabra en los labios que nos reviva,

 que nos regrese del precipicio de la duda en que caímos.

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